América Latina es tristemente conocida como la región más desigual del mundo. La desigualdad de ingresos es una de las expresiones más evidentes de esa desigualdad y es un obstáculo al desarrollo y a la garantía de los derechos y del bienestar de las personas, además de un factor que inhibe la innovación, el aumento de la productividad y el crecimiento económico (CEPAL, 2017a y 2018b).
Entre 2014 y 20184, en cuatro países los niveles de desigualdad se redujeron de manera significativa según el índice de Gini. En Bolivia (Estado Plurinacional de), El Salvador y el Paraguay se produjeron disminuciones acumuladas del 7% o más, en tanto que en Colombia se alcanzó un 2%. Por su parte, el Brasil fue el único país en que se registró un aumento del índice de Gini superior al 3%
Los datos correspondientes a 2017 muestran que las personas en situación de pobreza (incluyendo a los extremadamente pobres) continúan siendo el subgrupo del estrato bajo de mayor gravitación poblacional (30,1%), seguido por la población de estratos bajos no pobres (25,8%). En conjunto, totalizan más de la mitad de la población. Los estratos de ingreso medio-bajo (1,8 a 3 líneas de pobreza por persona) agrupan al 20,9% de la población. Así pues, el 76,8% de la población está compuesto por grupos pertenecientes a estratos bajos o medios bajos en América Latina.
La desigualdad de ingresos, medida por el índice de Gini (promedio de 15 países de América Latina) se redujo de 0,538 en 2002 a 0,477 en 2014 y a 0,469 en 2017, y luego llegó a 0,465 en 20183. Así, este indicador disminuyó un 13,6% en 16 años, es decir, un 0,9% por año. Esta reducción se ha producido a un ritmo decreciente: la variación promedio observada entre 2002 y 2014 fue del 1,0% anual, mientras que la registrada entre 2014 y 2018 correspondió a un 0,6% anual (véase el gráfico 5). Existen grandes diferencias entre los países, tanto en lo que se refiere a los niveles de esa desigualdad, como a la intensidad y dirección de los cambios en esos distintos períodos. Los valores más bajos del índice de Gini, cercanos o inferiores a 0,400, se registran en la Argentina, El Salvador y el Uruguay, mientras que en el Brasil y Colombia los valores son superiores a 0,520.
Uno de los resultados principales que se puso en evidencia fue que la concentración de la propiedad de activos físicos y financieros es mucho más elevada, grave y persistente que la concentración de los ingresos corrientes (CEPAL, 2019a). En Brasil el 1% de la población más rica concentra el 27,5% de la riqueza y de los ingresos, En Chile concentra el 26,5%, en Colombia concentra el 20,5% y en Uruguay el 17,5%.
La acumulación de la riqueza, sea la tierra agraria y urbana, de la propiedad de las empresas y por ende de los ingresos y rentas lleva a la falta de oportunidades de inmensas capas de la población y a la pérdida de inversión social en educación, salud y en general en el bienestar. La población en el Ecuador, Chile, Colombia, Bolivia hoy adelanta protestas cruelmente reprimidas por la fuerza pública que sostienen los gobiernos y empresarios que detentan el poder político, la gente sale a las calles precisamente pidiendo nuevas oportunidades y la modificación del modelo neoliberal excluyente. Los mismos instrumentos internacionales como la OEA alineadas con el modelo excluyente guardan silencio ante la violación de los derechos humanos y por el contrario como en el caso de Bolivia promueven el golpe de estado y el bloqueo contra Venezuela.